8/9/12

De turistas subvaluados. Latacunga

Las verdaderas aventuras son las que se dan sin planearlas, dejándose llevar y con dos monedas en el bolsillo.

Así nos pasó durante nuestra estadía en Latacunga. Y hablo en plural porque tengo la suerte de compartir el viaje, al menos por un tiempo, con un ser mágico que me acompaña y me empuja a saltar por el precipicio.


Y entonces llegamos a Latacunga, con la intención de hacer unas monedas y sobre todo gastar poco. Pero sabíamos también que Latacunga estaba rodeada de magníficos paisajes naturales que te dejan sin aire y allí queríamos llegar.

Como quien no quiere la cosa nos metimos en una agencia de viajes a averiguar por los dos principales atractivos turísticos del lugar. El volcán Cotopaxi y la Laguna de Quilotoa. La idea era chusmear las rutas, analizar como hacíamos para hacerlo por nuestra cuenta.

Cada tour rondaba los USD 40 y sabíamos que no íbamos a realizar semejante erogación asique nos decidimos a tirarnos a la pileta y ver si podíamos llegar solos.

La visita a la laguna fue sencilla, bus directo de ida y vuelta por USD 1,5 cada uno y entrada por USD 2. Con 5 USD estábamos en un lugar magnífico, frente a un espectáculo de la naturaleza que te quita el aire. La laguna de Quilotoa se encuentra a 3950 m.s.n.m, es de origen volcánicoy tiene aproximadamente de 3 km. de diámetro. Sus aguas verdes y su forma redondeada la hacen lucir extremadamente bella cuando se la ve desde arriba. 
Laguna de Quilotoa

Al día siguiente nos alistamos para ir al Volcán Cotopaxi. Tomamos un bus a Quito y le solicitamos que nos dejara en el camino de ingreso al Parque Nacional.



Sabíamos que tendríamos que caminar pero al llegar al cruce de Panamericana y la ruta al parque, nos dimos cuenta de que era más de lo imaginado. De la ruta al ingreso del parque había que caminar 16 km. Pero para llegar a la base del volcán teníamos 32 km en total. Y después había que volver, por nuestra cuenta y con nuestros pies.

Luego de que intentaran persuadirnos de llegar al parque por 20 usd cada uno y mientras debatíamos si comenzabamos a caminar o nos volvíamos a la ciudad, llegaron maravillosamente justo al lugar en donde estábamos, tres personas en una camioneta, que se dirigían hacia la base del volcán. A ellos les pedimos si no podían alcanzarnos hasta allí y así lo hicieron, de buena onda.

Una vez allí no nos alcanzó con mirar el volcán desde abajo. Queríamos estar más cerca de las nubes. No sabíamos como ibamos a volver si no nos embarcabamos con quienes nos habían alcanzado a la ida, pero poco nos importó. Decidimos subir al "Refugio", la primer parada de una caminata ardua hacia la cima del volcán.

Allí llegamos primer parada a 4810 m.s.n.m., el próximo paso era escalar unos cuantos metros más, hasta poder tocar los primeros vestigios de hielo del nevado. Sabíamos que más allá de eso no podríamos llegar sin guía y sin un equipo adecuado. Yo no tocaba la nieve desde que tenía 18 años. Y estar allí fue una de las experiencias más lindas del viaje.

Si, teníamos ganas de tomarnos unos mates en la nieve, pero el frío calaba los huesos y cuando estuvimos arriba recordamos que de alguna manera teníamos que volver.

Entonces, pegamos la vuelta para encontrar a nuestro conductor hacia la ruta y mientras tanto si, nos tomabamos unos mates que ayudaran a subir nuevamente la temperatura del cuerpo.

Allí en la base, una vez más, mientras llevabamos adelante el magnífico ritual del mate, un ser mágico se nos acercó a conversar. Estaba esperando a una pareja de franceses que había llevado hasta el volcán y los esperaba para conducirlos nuevamente a la panamericana para volver a Latacunga. Claro que no podíamos desaprovechar la oportuniddad y tras preguntarle si podía llevarnos se ofreció a hacerlo. Claro que esta vez tuvimos que contribuirle con una suma irrelevante de USD 1,50 cada uno.

Llegamos a la ruta nuevamente, hicimos dedo hasta que decidimos que era suficiente y tomaríamos el proximo bus. Aparentes palabras mágicas para hacer que nos parara un camión quer gentilmente nos regresó a Latacunga. Desde la caja del camión el Cotopaxi resplandecía, había estado coqueteando todo el día con nosotros. Escondiendose detrás de las nubes y apareciendo nuevamente durante todo el día. Mientras nos alejábamos, se despedía, dejandose ver en todo su esplendor.

Volcán Cotopaxi


En dos días y con un par de monedas en el bolsillo nos pusimos en contacto con la naturaleza, alejandonos del vertiginoso ritmo de la ciudad, bailando con los sonidos de la tierra, abrazandonos con su mas profunda esencia.

Y así tambíen descubrimos que por más que queramos, la magia por lo cual todo sucede misteriosamente, no se puede comprar y dibuja sonrisas que hacen doler las mejillas.

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