18/9/12

Los lugares en los que habito



Hace poco más de 5 meses que mi espíritu nómada salió de viaje. Y con eso, mi "hogar" se ha convertido en itinerante.


Me he encontrado en lugares de los más diversos. Hogares en dónde la calidez de sus habitantes ha logrado que me sienta como en casa. Hogares en donde las frazadas abundan y el olor a café y pan tostado por la mañana resultan el mejor despertador.


La casa de Yola. Mi hogar en Máncora.




Otros lugares, sólo me han regalado 4 paredes y una cama, ahogandome, obligando a mi espíritu intranquilo a pedir dormir afuera.


He sido parte del collage de edificios construidos con retazos, de colores brillantes, tanto que hacen doler los ojos. Con cumbias y salsas y otros ritmos locales sonando a lo largo de los pasillos acompañados por el timbre desaforado del alguna fanática del cantante de turno.
Hostal el Riobamba. Reminiscencia al barrio de La Boca.


Hostales en lugares céntricos, junto a la estación de trenes, dentro de una terminal de bus.


Hostales con toboganes acuáticos y desayunos prominentes, que cayeron como una bendición de Dios. 

Hostería El Arenal en Zamora, el oasis en medio del desierto.


He pasado noches enteras haciendo del bus semi cama el guardián de mis sueños.


Me he despertado con los ronquidos de algún viajero desconsiderado, en habitaciones con catreras alineadas prolijamente a lo largo de una habitación que revive tristemente sensaciones de campo de concentración.


Me he encontrado desayunando con personas que ni siquiera hablan mi idioma.


Me han tocado colchones delgados, con pocas mantas en los lugares más fríos de la sierra. En camas que suenan al ritmo de mi inquieto sueño. Sientiendo el frío colarse por una puerta colocada en falsa escuadra.


Me han tocado techos de chapa cuando la máxima expresión de la amazonia hacía liberar gotas de sudor por cada poro del cuerpo.


He sacrificado la necesidad de un baño cuando la falta de agua caliente me acobardaba o simplemente cuando ni siquiera había agua.

Vista desde la carpa. Aguas Calientes.


Compartí pequeños espacios con humanos y otro tipo de seres vivos. Me dormí con el chirrido de lagartijas. Desperté con cánticos de gallos fallados a las 2 y media de la mañana...y a las 4... y a las 6.


Me he encontrado en hogares, verdaderos hogares.


He dormido en habitaciones de edificios oscuros, con ventanas pequeñas y vistas a postes de luz.


He gozado de carpas prestadas que han oficiado de cobijo cuando el despertar era feliz y supeditado al embrujo del cántico de los pájaros.



Mi cama en Chachapoyas. Con vistas a postes de luz y techos de chapa.


Y aún cuando extraño despertarme en mi habitación, con el sol de la primavera acariciando mi mejilla, sentada en el puf al lado de la estufa en invierno. Y añoro el sábado recogiendo el diario y escuchando la radio mientras me preparo unos mates. Aún así, creo que mi sommier de plaza y media puede esperar.







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