22/12/12

Volver a los orígenes

(Escrito en Lima, Perú el 18 de Diciembre de 2012)

Escribo desde Lima, el lugar donde todo comenzó y en donde todo termina, al menos, por ahora. A punto de volver a casa, con un vuelo en unos días. Y pensar que hace menos de una semana estaba gozando del agua cristalina de Playa Blanca en Isla Barú.

Cuales son los motivos que impulsaron mi vuelta probablemente no pueda explicarlos. Cuando uno se guía con el corazón los intentos por lograr explicaciones racionales son obsoletos.




Me fui escapando de un sistema del que descubrí que lamentablemente siempre seré parte, porque cuando hablamos del "sistema" no estamos haciendo más que hablar de nosotros mismos. Pero también descubrí que podemos vivir sin aceptar todas sus condiciones, sin jugar todos sus juegos, analizarlo con una mirada crítica, sin dejar que nos maneje como fichas. Sin dejar que nos prive del contacto con la naturaleza y las relaciones interpersonales. Sin dejar que nos haga creer que el consumo de bienes materiales nos acerca a la felicidad. La procesión pasa por dentro. Y culpar al sistema es una forma de desviar la atención hacia nuestras propias responsabilidades. Porque si de algo somos responsables es de apostar todos los días pror nuestra felicidad.

Y acá estoy, intentando hacer un resumen de mi viaje, como una proeza casi imposible de lograr.

Viajar abre caminos interminables hacia el descubrimiento y el aprendizaje.

Descubrí la diferencia entre ser turista y viajero.

Me di cuenta que lo que convierte en grandioso a un lugar no es el lugar en si mismo si las personas que se nos hayan cruzado allí.

Aprendí a regatear precios hasta el cansancio.

Aprendí a cuidar el agua, uno de los recursos mas preciados que tenemos.

Descubrí que podemos reciclar muchísimas de las cosas que creemos que ya no nos sirven.

Aprendí al ver la vida con conceptos lúdicos.

Descubrí que puedo prescindir del agua caliente para bañarme, que me alcanza con un colchón tirado en el piso y a veces, hasta con una frazada.

Logré que no me diera verguenza decir gracias ante pequeños gestos.

Encontré a miles de personas mágicas que pululan por el mundo como hijos de la tierra. Artistas, creadores de vida, generadores de felicidad, que me han ayudado a perfeccionar el arte de sentir. Viajeros, fanáticos, enamorados de sus bicicletas, de sus kombis, de sus motocicletas, que caminan detrás de un sueño que se aleja cada vez que avanzan impulsándolos a seguir adelante.

Conocí frutas que en mi vida hubiera imaginado conocer, lulo, granadilla, platanos de todos los tamaños y colores, papas en todas sus formas y variedades, chontaduro, naranjilla y muchas otras más.

Descubrí que el picante es mucho mas picante de lo que yo creía.

Aprendí a enfrentar los miedos cantando en la puerta del Mío en Cali.

Aprendí que el invierno en los países andinos está determinado por las épocas de lluvia y no por los cambios de temperatura.

Descubrí que aún quedan muchos pueblos donde las raíces aborigen se mantienen intactas.

 

Aprendí a decir
Allillanmi para saludar en quechua.

Descubrí que Latinoamérica no es sinónimo de pobreza. Que la riqueza de su tierra y su gente son inconmensurables y que solo es cuestión de ayudarnos entre nosotros para salir adelante.

Logré encariñarme y mantener dialogos profundos con los miles de perros latinoamericanos que pululan por las calles.

Aprendí a bailar salsa al estilo colombiano (o al menos logré mover los pies).

Aprendí que los incas eran una cultura evolucionada para la época, grandes ingenieros y creadores de obras de arquitectura e hidraulica dignas de admiración.

Comprendí la cosmología andina y me sorprendí con sus ideas acerca de la comunión de los mundos terrenal, inframundo y el mundo de los cielos.

Aprendí que amigo, causa, parcero significan lo mismo, porque todos somos lo mismo.

Aprendí a usar el sol peruano, el dólar, el boliviano y el peso colombiano.

Aprendí a respetar a la naturaleza, a enteder su sabiduría, a agradecer sus regalos.

Descubrí que tenemos que pelear por nuestros recursos naturales, cuidarlos y no dejar que sean explotados por aquellos que solo quieren enriquecerse a costa de un mundo destruído y contaminado.

Aprendí a que se puede vivir con poco y aún así ser muy feliz. Que no hace falta plata para conocer, que solo hay que tomar la decisión.

Aprendí a dejar a de lado los mapas de ruta, los itinerarios y me dejé llevar por lo que el camino me tenía preparado.

Aprendí que cuando uno se lo propone todo se puede lograr. Todo se aprende si uno tiene la predisposición de hacerlo.

Conocí a muchas personas dispuestas a darte una mano, un plato de comida, una fruta, un aventón, un consejo. Gente que me hizo comprender que no estaba sola.

Aprendí que el spondylus es un caracol, que la tagua el huayruro y el ojo de buey son semillas.

Aprendí que para que a uno lo paren en la ruta haciendo dedo hay que putear al camionero.

Descubrí que me encanta el olor a palo santo, que el agua de la canilla se puede tomar en todos lados, que soy adicta al pan crema colombiano y a las rosquitas cajamarquinas de Perú.

Descubrí que la piña me saca boqueras.

Descubrí que no puedo vivir sin mi mate.

Descubrí que prefiero los pueblos que pueden recorrerse caminando a las grandes ciudades.

Aprendí que las cosas son solo cosas, que en mi proximo viaje solo bastara con empacar dos remeras y dos pantalones.

Entendí que no quiero una vida monótona, que el mundo es demasiado grande y la vida demasiado corta.
Me quedan historias con final feliz y otras con un final no tan feliz, unos kilos demas y un poco de cansancio que impulsa mi vuelta.

Me pregunto en estos días en los que la incertidumbre ha sido eliminada por una decisión ¿cuales son los motivos que hacen que uno siga de viaje o vuelva a casa?. Y la respuesta no es fácil. Probablemente la decisión tomada ayer hubiera sido distinta si los factores que se fueron dando hubieran sido distintos.

No importa, cuando uno entiende que no hay nada que perder, las decisiones pueden ser modificadas, transformadas,en el momento que uno quiera, sin mediar demasiados peros.

Y lo mejor de todo es que esto no se termina, por el contrario, recién empieza.

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