Y debo hacer esta aclaración, porque esta es la etiqueta que me cabe en los últimos meses. -Hippies huelen mal- nos gritó en Armenia, Colombia una muchacha que por su estilo denotaba una afición por el punk rock, -¿Ustedes son hippies?- nos preguntó un vendedor de empanadas en una calle de Cartagena, -Ustedes los hippies la pasan mal- afirmó el conductor de camión que nos llevantó en la ruta haciendo dedo en Riobamba, Ecuador, acto seguido nos regaló una piña de casi dos kilos -para que no pasen hambre-.
Aclaro que tampoco soy rasta (ni aún teniendo los dreadlocks en la cabeza que muchos me quisieron hacer durante el viaje debido a la predisposición de mi abundante cabellera)
Hippies eran los de antes diría mi abuela, yo no escucho ni rock psicodélico, ni groove ni folk contestatario y tampoco creo en el amor totalmente libre.
Seguramente comparto algunos ideales, quien no lo hiciera no es digno de mi respeto. Pero no creo que eso me convierta en hippie. Ahora si hippie es vestirse con pantalones a rayas, entonces, soy hippie.
Según Wikipedia, también soy hippie "Los hippies modernos suelen ser artesanos o viajeros del mundo, quienes no se otorgan a ellos mismos el carácter de esta subcultura, mas sin embargo tienen un estilo de vida muy parecido". Me pregunto porque sigo utilizando esta página habiendo tantos medios de información en la web.
Con esfuerzo, logré sacarme las etiquetas que tenía pegadas antes de salir de viaje, asi como cuando despegás el código de barras de un producto y le queda ese pegamento que con el paso de los dias se va llenando de pelusas y poniendose negro. Y de nuevo, otra etiqueta, una más simpática quizá, que la de empleada del mes que piensa que por estresarse va a salvar al mundo, pero etiqueta al fin.
Dejenme decirles algo, no soy hippie, no se lo que soy (y lo admito sabiendo que esto incluso es peor que admitir que soy hippie).
Las etiquetas son una porrrrrrquería... si si asi con mucho enfasis expreso mi rotundo rechazo. Ni hablar de los etiquetadores. Y como me pasa últimamente, la indignación no es un sentimiento que libere con la verborragia a la que estaba acostumbrada, simplemente, allá quienes disfruten de gozar de un cuadro desplegable de cualidades que le competen a todos los que por algún motivo están encasillados en determinada categoría.
Y a colación de esto, dejo un texto, al que llegué gracias a alguien que lee el blog, una persona que no conozco personalmente pero con la que compartí bonitos diálogos gracias a la tecnología (de la cual estoy a favor, reforzando mi afirmación acerca de que no soy hippie). Euge, esto te lo robé del muro y lo comparto porque creo que sin dudas vale la pena.
LA AUDACIA DE SER INDIVIDUOS
Carl Jung decía: "Nacemos originales y morimos siendo copias". Sin embargo... hay quienes no. Cuidado: no siempre están a la vista; a veces pasan inadvertidos, o ni ellos mismos lo saben. Es más: puede que, siendo diferentes al mundo, se sientan más bien "fallados"... algo así como un fraude, un error de la especie. Hasta que un día (casi siempre en la mitad de la vida) algo les hace intuir la verdad: como una semilla dormida en la nieve despertada por un haz de luz, sucede que el gesto de alguien, un libro, una palabra, o el dolor macerado y tranmutador... les cambia el punto de vista desde el cual se miraban a sí mismos.
toda flor,fueron secreto un día. florece a partir de hoy.
Crecimos aprendiendo a sospechar de quienes somos. Hay a quienes les ayudaron en el asunto ciertas etiquetas que les pegaron mal en la frente (o, peor, en el pecho): "inadecuado", "depresivo", "edípico"... Pero... ¿Quién había detrás de la etiqueta? ¡Una semilla con miedo a "brotarse"! Hasta llegar, con suerte, a confiar en nuestra capacidad de hermosura. En esa instancia uno asume que sí puede vivir como original de sí mismo: desiste de ser copia, de imitar para encajar. Nadie resulta un fraude si es quien es, sin pretender ser lo que no.
Entonces: hace falta un pacto de confianza. Dejar de sospechar de quienes somos, de achicarnos para caber en ese tarrito hecho en serie al que nos confinaron. De nosotros depende trasplantarnos a tierra plena para ejercer la audacia de ser individuos. Y ser individuos no es ser individualistas: es ser enteros, para ser con todos. Cumplirnos la promesa que nos hicimos antes de nacer. Para eso vinimos!
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