Sábado 7 am. Despertarse, preparar el mate y partir hacia los puestos de artesanos. Eso es lo que hicimos Maru, Martín y yo. Así es como el viajero se gana la vida para seguir adelante, así es como se aprenden un sin número de cosas nuevas.
Antes de viajar, presupuesté una cantidad de dinero mensual que me permitiría viajar tranquila por un tiempo determinado.
Con el correr del tiempo, empecé a sentir el peso de gastar de una cajita que lamentablemente no es una cajita sin fondo y de alguna manera, en los momentos más tranquilos del viaje, comencé a aburrirme.
Eso de alguna manera despertó la curiosidad por hacer, al principio no sabía bien que, pero quería ser capaz de generar el dinero para cubrir al menos los gastos básicos del día a día.
Como novatísima fotografa me enfrenté a la posibilidad de exponer mis retratos y hacerlos públicos a cambio de una moneda. Fue duro, sobre todo porque de cada diez ofrecimientos, casi el total suelen ser rechazos.
Ahora, en Vilcabamba, luego de haber tenido postergada la fotografía por un tiempo y abocarme a otros trabajos en donde el desplante duele menos, salí a la carga nuevamente.
Luego de haber entendido como funcionaban las cosas en Vilcabamba, Martín Maru y Yo nos fuimos a Loja, a comprar un par de insumos para la venta de fin de semana. Con una selección de 20 fotos en mi memoria tragué saliva y erogué los 10 dólares que me resultaron las 50 copias.
El viernes anterior, me predispuse a preparar todo y el sábado 7 am estábamos listos para salir a la carga. La idea era asegurarse uno de los limitados puestos que los artesanos tienen habilitados en una galería en el pueblo.
Llegamos con un amplio margen para acomodarnos a gusto. Entre fotos, vestidos que los chicos trajeron en un viaje anterior de la India y unos panqueques con dulce de leche para repartir en la plaza nos armamos el puesto.
El día vuela cuando uno se rodea de gente con buena energía y en medio de charlas y mates todos logramos buenas ventas.
Lo que uno gana lo mide en días de alojamiento o comidas que tiene cubiertas y así uno se hace camino al andar.
Entonces lo bueno del viaje, sobre todo cuando uno cuenta con un respaldo de dinero por si algo ocurre, es que trabaja de lo que quiere, cuando quiere y como quiere. A cada paso surgen nuevas ideas y se aprenden cosas que uno nunca hubiese imaginado que aprenderían. Así se viaja. No de vacaciones sino como uno más que se pierde en el montón. Y es así como ahora engroso mi CV.
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